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Ésta es la última parte de la saga que prometí entregar. Todos hemos vivido los momentoss de angustia en los que la selección tiene que decidir la victoria en un duelo de tiros penales... Y por lo general siempre perdemos. No es el propósito del cómic de hoy encontrar la razón de nuestra fantasti-apestosidad en esta modalidad del futbol soccer, sino ejemplificarla.

Ahora, siendo mi propósito no dejar este lugar sin publicaciones por periodos prolongados de tiempo, traté de postergar la aparición de éste cómic lo más posible, porque estando yo en exámenes no creo poder escribir algo hasta la próxima semana, así que les entrego el mejor y último capítulo del ya famoso y multinominado comic: Qué pasaría si los supercampeones fueran mexicanos? Atáscate chavo.

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Compatriotas, no me malinterpreten. Yo también deseo con pasión animal que nuestra selección se corone en la copa del mundo como el campeón pero si tú crees de verdad que eso es posible, entonces mejor aquí le paro y dejo de hablar contigo porque tú no existes. La siguiente historia trata de ilustrar cómo es que se vive la pasión desde las butacas de un estadio de futbol sin que necesariamente tenga ninguna similitud con la realidad.

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No quisiera parecer malinchista... Pero el futbol mexicano apesta más que el hocico de mi perro luego de comer tepocatas muertas de una semana en descomposición. Con esto en mente y con la gran adicción que nos generó la serie de los Supercampeones a los niños de mi generación por ser mexicanos fanáticos a muerte del futbol, he tratado de ilustrar algunas situaciones que vivirían los personajes si en vez de haber nacido en japón, hubieran nacido en este hermoso país en el que hoy vivimos. La serie consta de 3 partes - por el momento - que iré publicando conforme me de mi rechingada gana. He aquí la primera de ellas: la historia de Cuauhtemoc Blanco, personificada por el crack de futbol más conocido en el mundo, Oliver pinches Atom.

Al infinito y más allá ha sido el lema de Buzz Lightyear desde el hermoso día en que fue creado para diversión de los que éramos niños en ese entonces. Su frase no resulta ser más que el reflejo del primitivo deseo humano de alcanzar las estrellas, de tocar el firmamento y de llegar cada vez más lejos, hasta ese lugar donde ningún otro había podido llegar antes y todo solo para conseguir nenas durante y/o al final del proceso.

Pero lamentablemente, nos hemos quedado un tanto estancados en el proceso de alcanzar otras galaxias para poder hacer amistad con asquerosos alienígenas, aprender un poco de sus culturas y así lograr destruir su planeta poco a poco mientras nos hacemos de sus recursos y llevamos a la extinción a la especie dominante que corresponde.

"Deja de lloriquear perra. Sólo me apareé contigo por los recursos de tu planeta, ja, ja, ja"

Considerando que Proxima Centauri - la estrella más cercana a la tierra después del sol, con el nombre más chingón que se le pudo haber dado - se encuentra a la nada despreciable cantidad de 4.2 años luz de distancia y que la nave más rápida existente en la actualidad - el Voyager 1 de la NASA, que está en proceso de abandonar el sistema solar - viaja a 17 km por segundo, mediante unos cuantos cálculos mentales que he realizado hace unos segundos he concluido que tomaría aproximadamente 74 000 años llegar a esa estrella. Y todo para nada, ni qué fuera la gran cosa llegar a ver una enorme esfera ígnea de kilometros de diámetro en otro sistema solar... pff.